viernes, 16 de marzo de 2007

No nos llama la atención

Vivimos en un mundo en contínuo proceso bélico. La busqueda de la paz es un asunto tan manoseado que ya no nos llama la atención. "Me gustaría que hubiese paz en el mundo". "Que se acaben las guerras". "Que todos nos respetásemos y fuéramos capaces de convivir sin matarnos los unos a los otros". ¿Cuándo dejaron estas intenciones de tener valor? ¿Cuándo empezaron las guerras ha ser parte de nuestro cotidianidad? ¿Qué fue de Irak?

Reflexionar sobre los conflictos bélicos, sobre las guerras entre hormigueros, parece que es como pasear en círculos. Muchas son las buenas intenciones, las declaraciones de intereses, los própositos de enmienda; pero aún hoy seguimos preocupándonos, en mayor o menor medida, por las batallas.

Vivo en un país en el que la última guerra se vivió hace décadas. Es un periodo muy relativo. A veces, es como una historia lejana; en otros momentos, parece como si los disparon aún se oyeran, sobre todo en boca de muchas políticos.

La indiferencia o solidaridad con los conflictos es como la maréa, va y viene. Hace pocos años, las calles de cientos de ciudades a lo largo de todo el mundo se llenaron de personas gritando en contra de la invasión estadounidense de Irak. No sirvió para detenerla, pero sí como clamor que rechazaba las supuestas razones de ataque, que el tiempo se ha encargado de poner en evidencia, de ridiculizar hasta el esperpento. Hoy, el conflicto sigue, aunque ya no nos llama la atención.

El pasado día 10 de marzo, Estados Unidos, Irán y Siria aceptaron respetar la integridad territorial de Irak. La cumbre, en la que se dieron cita también otros países, puede que pase a la historia, cual Congreso de Viena se tratase. De nuevo, hablamos de repartición, aunque parece que el objetivo aquí es precisamente el opuesto, "respetar la integridad territorial".

La tierra del Tigris y el Eufrates se encuentran hoy absolutamente vilipendiadas. No pasa un día en el que no haya muertos, y ya no nos llama la atención. ¿Qué debemos hacer? ¿Resignarnos? Al menos, sería deseable que no dejásemos de plantearnos estas cuestiones, puedo que algún día alguien dé con la respuesta, ¿verdad, L?

1 comentario:

Toñy dijo...

Es cierto que la indiferencia o la solidaridad es como la marea. Pero somos los jóvenes de ahora los que tenemos que anclar el barco al puerto y decidir lo que queremos y lo que no queremos.

Yo por mi parte me pegué hace años a la solidaridad y... decidí no despegarme de ella por muchas críticas o golpes que recibiera.

Bueno el blog Manolillo.